El mundo está hecho de palabras
Los seres humanos han estado viviendo con palabras. Les hemos dado la mayor autoridad a nuestras palabras. Las leyes y la Constitución consisten en palabras. Todos los tratados y convenios internacionales son iguales. En las negociaciones también, numerosas palabras se utilizan para todo tipo de contratos. Nuestra sociedad no funciona sin palabras, ni siquiera por un segundo. El mundo se forma por la confianza en las palabras.
Las palabras nos afectan mientras vivamos aquí. Con ellas, disfrutamos de la comunicación, aprendemos conocimientos, expresamos pensamientos, intercambiamos opiniones e intentamos crear un mundo mejor.
Sin embargo, parece que no tratamos de pensar en el valor de las palabras. Con nuestras palabras, se puede matar gente, se puede salvar vidas, se puede engañar y cometer delitos y se puede crear un flujo para cambiar todo el mundo.
Las palabras son una herramienta tan útil, tan cruel y tan incierta. Sabemos que son incompletas e inestables pero a pesar de eso seguiremos usando esta herramienta. No tenemos un sustitutivo tan maravilloso como las palabras.
A lo largo de la historia de la humanidad, se escribieron, se leyeron y se contaron palabras. A veces se convierten en un objeto de culto, a veces se duplican y se consumen. Muchos idiomas fueron olvidados y muchos fueron descifrados. Las palabras han ido unificando la historia del ser humano.
Las palabras siempre han cultivado nuestra inteligencia. Todas las invenciones serán tan pequeñas comparadas con la invención de las palabras. No podríamos haber producido nada sin palabras. Hemos seguido alcanzando metas gracias a este regalo. Las palabras han sido la fuente de todas las sabidurías.
Por otra parte, las palabras pueden confundir a la gente, decorando mentiras, engañando la verdad y disculpando la falsedad. Son utilizadas por el poder y pueden ser una herramienta de locura. Los dictadores crueles dominan las palabras genialmente y producen rabia, racismo, masacres e incluso guerras.
Hemos aprendido mucho a través de nuestra historia. Las palabras tienen el papel como grillete. Para regular el uso de las Fuerzas Armadas, para proteger la democracia y la paz, para evitar que los poderes existentes tengan un poder desbocado, las naciones modernas se atan a sí mismas con palabras tales como Constitución, tratados o pactos con otros países. Las palabras son la única manera en que podemos controlar los poderes.
Ahora estamos en la pandemia y no nos permiten vernos cara a cara como antes. Y el papel de las palabras está aumentando. Creo que nos dimos cuenta de lo difícil que es comunicarse a través de la tecnología, es decir, pantallas y sonidos electrónicos, sin sentir la respiración directamente, sin compartir el mismo espacio, sin abrazos, sin tocarnos. Ahora dependemos más que nunca de las palabras. Por eso necesitamos ser más sensibles con nuestras palabras. Es nuestra responsabilidad si alentamos o lastimamos a las personas que nos rodean con las palabras que emitimos.
Las palabras son tan misteriosas. Son las más delicadas de todas, son las más fuertes de todas. Ellas han estado con nosotros, apaciguando la soledad, curando la tristeza, compartiendo la alegría y la desesperanza. Las palabras guardan los recuerdos de nuestra historia, los de sangre, de esfuerzo, de nacimientos y muertes y de resistencia y victoria. Son la prueba de que somos seres humanos.
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